El uso del recrecido de hormigón armado envolviendo total o parcialmente a un soporte como forma de refuerzo es uno de los más antiguos y eficaces que se conocen.

Dentro de las intervenciones de rehabilitación, las de refuerzo son sin duda las que presentan una mayor complejidad, tanto a nivel de diseño como de cálculo y ejecución. La principal razón de ello deriva del incremento de la capacidad resistente original que las caracteriza.

Este sistema consiste en adosar una camisa de hormigón armado sobre el soporte que se quiere reforzar.

En cuanto al tipo de hormigón usado en el encamisado, podemos distinguir:

  • Encamisado con hormigón tradicional Se usa un hormigón normal para el recrecido, esto es, mediante encofrado y vertido del mismo.
  • Encamisado con hormigón proyectado. Se proyecta directamente mediante gunitado el hormigón sobre la ferralla.

La forma de puesta en obra es mediante el saneado de la superficie del soporte a reforzar (ya que se mejora la adherencia). Es conveniente el descarnado de las esquinas en el caso de pilares rectangulares para evitar concentraciones de esfuerzo rasante en las mismas. Seguidamente se dispone el montaje de las armaduras, convenientemente ancladas o en cimentación o en la estructura horizontal. El efecto zunchado como se ha comentado en la anterior entrada es importante, con lo que los estribos juegan un papel fundamental en el refuerzo mediante este sistema. Posteriormente se hormigona el recrecido por alguna de las dos técnicas descritas anteriormente.

Hay que tener en cuenta en el diseño del recrecido si se dimensiona para que entre en carga cuando se deforme el elemento, es decir, para acciones que no estén presentes en el momento de la ejecución del refuerzo o que entre en carga desde un primer momento. En este caso es importante descargar completamente el soporte. No obstante siempre es recomendable una descarga del elemento a reforzar.